El encargo al Estudio fue crear casi de cero y desarrollar una intervención total en una planta muy amplia, de 450 metros cuadrados. Muros derribados, baños trasladados, ambientes reubicados, todo para satisfacer las necesidades de una familia integrada por un matrimonio y sus tres hijos. En consonancia con el estilo de arquitectura e interiorismo por los que el Estudio es reconocido, se buscó generar continuidad en toda la vivienda, para lo cual se recurrió a pocos materiales que cosieran la totalidad del espacio. Uno de los mejores ejemplos es el piso de roble americano, que recorre todo el departamento, incluidos la cocina y el hall de ingreso. Y el del equipamiento, diseñado a medida para cada uno de los ambientes, en gran parte ejecutados en la mencionada madera. En la recepción se trazaron dos grandes áreas, integradas priorizando las vistas extraordinarias que ofrece el piso. La sensación es la de estar en la cubierta de un barco disfrutando de la perspectiva del dique y de las embarcaciones, como también de algunos hitos urbanos que también se ven como en pantalla gigante. Una carpeta hecha a medida recorre toda la extensión del espacio, que despliega dos obras de Pablo Siquier en los extremos y una escultura de Pablo Reinoso en el centro. Los cuartos, de grandes dimensiones y todos en suite, fueron resueltos con los mismos materiales que se trabajaron en el área social, con la madera de roble nuevamente como protagonista. La cocina fue virtualmente subdividida en sectores: el central para la cocción, hacia un lado el comedor diario y, en el extremo opuesto, una zona de guardado de vajilla que se conecta con el comedor. El concepto de unificación de materiales rigió también en este espacio, corazón de la casa, donde la madera de roble y el laqueado del mobiliario potenciaron la continuidad. Todos los baños, de generosas dimensiones, fueron revestidos en mármol calacata.