Un terreno de forma irregular con vistas a una espectacular cancha de golf y la voluntad de generar el escenario de la vida cotidiana de una familia fueron los dos ejes del desafío para el Estudio. Así se proyectó una vivienda determinada por la existencia de dos bloques con subsuelo y dos plantas, unidos mediante un hall central que contiene a la circulación vertical. A modo de fuelle entre ambos bloques, este espacio se resolvió mediante una estructura metálica y vidrio, generando ligereza y transparencia. En sintonía con la disposición trapezoidal del lote, el módulo del contrafrente duplica en tamaño al del frente. Grandes ventanales funden a la construcción con el verde que la rodea. Predomina la paleta de los grises en el revestimiento exterior, con aberturas en aluminio negro. Para los pisos de toda la casa se utilizó madera de roble americano. El Estudio fue autor del equipamiento interior, que consta de una serie de muebles a medida, modulados y empotrados con acabado laqueado, con terminaciones de altísima prestación. Muebles de diseño moderno inspirados en la década del 50 y algunos toques de impronta escandinava completaron la puesta interior.